Este mandala tejido es mi tributo personal a la serenidad y el calor que encuentro en mi cafetería de barrio favorita, captando su esencia minimalista y acogedora con tonos marrones y verdes.
He logrado simular la textura de su madera y la vivacidad de sus plantas, evocando el aroma del café recién molido y esa inigualable sensación de tranquilidad. El círculo central del mandala es un espejo de la paz y la conexión que siento cada vez que estoy allí, un símbolo de la calidez humana y la comunidad que se respira en ese espacio.
Este mandala es mucho más que una pieza decorativa para mí; es un recordatorio constante de los momentos de relax y bienestar, un refugio visual que celebra los pequeños placeres de la vida.